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Joaquim Puntí. Psicólogo clínico. Jefe de la sección de Tratamiento psicológico infantojuvenil y de Hospital de día de salud mental de adolescentes del Hospital Parc Taulí.

«Hemos pasado de adolescentes enfrentados al mundo a adolescentes asustados ante el mundo»

Marta Aragó
Marta Aragó Vendrell
Periodista. Coordinadora de contenido
SOM Salud Mental 360
Joaquim Puntí

¿Por qué se autolesionan los adolescentes y qué nos están indicando cuando lo hacen?

«Cuando hablamos de autolesiones no suicidas, podemos distinguir dos grandes grupos. Por un lado, las que cumplen una función más intrapersonal, es decir, cuando la persona utiliza la autolesión como un intento de regular su malestar emocional. Algunos adolescentes, sobre todo lo estamos viendo en los últimos diez o quince años, incorporan la autolesión como una manera muy desadaptativa de enfrentarse a emociones comunes en esta etapa y que forman parte de la vida, como la tristeza, la rabia, la desesperanza o la afección. 

Por otro lado, hay otros adolescentes que utilizan la conducta autolesiva como una manera de comunicar su malestar, con un objetivo más interpersonal. Quizás sin pretenderlo, están transmitiendo que están en desacuerdo con alguien o con algo, y no han encontrado otra manera de hacerlo.

Y a veces, dentro de esta función más interpersonal, hay muchos adolescentes que han encontrado en la autolesión una seña de identidad; tienen sensación de pertenencia a un grupo de adolescentes que también se cortan y con quienes comparte malestares. Son adolescentes que se identifican con el malestar emocional. Se trata de casos complejos, porque no se autolesionan en el marco de una emoción negativa concreta y no tienen un problema de salud mental. De hecho, la mayoría de adolescentes que se autolesionan no tienen un trastorno de salud mental».

En relación a esta función identitaria, ¿autolesionarse ha dejado de estar estigmatizado? ¿Cree que las redes sociales han propiciado esta sensación de pertenencia a un grupo? 

«Es un tema muy interesante, porque tiene una vertiente muy social y habla sobre cómo se ha construido la adolescencia actual. Lo que sabemos a ciencia cierta es que la conducta autolesiva tiene un contagio social muy importante. Esto lo vemos a menudo en las aulas. Y también sabemos que el malestar emocional en nuestros días ha empezado a ser una señal de identidad en la adolescencia. El adolescente de hace treinta años, por ejemplo, era el adolescente enfrentado al mundo, rebelde, transgresor, que hacía conductas cuestionables y seguramente desadaptativas, pero no las hacía desde la autoagresión, sino más bien desde el confrontar con el mundo. Ahora tenemos adolescentes asustados ante el mundo

El malestar emocional en nuestros días ha empezado a ser una señal de identidad en la adolescencia. Hemos pasado de adolescentes transgresores a adolescentes angustiados por la vida.

Está claro, además,  que ha habido un cambio social que también hace que estas conductas sean más compartidas y han dejado de ser estigmatizantes, porque muchas veces los adolescentes se sienten más comprendidos con otros adolescentes con estas características que han utilizado estas conductas como una forma de afrontamiento. Lo que sí sigue creando estigma es tener un trastorno de salud mental». 

Cuando hablamos de autolesiones, a menudo hablamos de adolescentes que no toleran la frustración, impulsivos, que no saben enfrentarse a la dificultades…¿Existe esta relación o quizá estamos exagerando?

«Es cierto que siempre tendemos a pensar que las generaciones anteriores han sido mejores que la actual. Los adolescentes se desregulan más fácilmente, porque, a parte de los cambios hormonales, se enfrentan a retos complejos en esta etapa. Esto ha existido siempre y es cierto que no debemos dramatizar. Pero hay una combinación de factores que pueden explicar por qué tenemos un incremento de adolescentes que se autolesionan. A la identificación de la que hablábamos antes con el malestar, con la angustia de vivir, se le suma que tenemos adolescentes mucho menos resilientes que hace 25 o 30 años, y así lo demuestran diferentes estudios longitudinales. Por tanto, sentirán el mismo malestar emocional, pero lo gestionarán peor porque no tienen las habilidades para hacerlo. 

Todo esto crea en los adultos, en los padres y madres, la sensación de que se enfrentan a una situación para la que no tienen herramientas. Es decir, yo me siento fuerte para decirle un no a un adolescente, aunque este se enfade, pero cuando yo le pongo límites y responde con una conducta autolesiva, me siento sin estrategias. 

Por eso creo que no es correcto analizar la autolesión solo desde el punto de vista de la salud mental, hay que hacerlo desde un punto de vista mucho más sociológico. No estamos ante adolescentes «enfermos», estamos ante un cambio en la construcción social de la adolescencia en la que todos hemos participado».

Pero pensar que la autolesión es una conducta identitaria o una respuesta a un malestar de adolescentes poco resilientes, ¿puede restarle la importancia que merece?   

«Lo complejo de hablar de autolesiones es mantenerse en la línea entre no entrar en pánico, exagerar y pensar que siempre está ligada a un trastorno de salud mental (que es el riesgo que tenemos porque estábamos acostumbrados a que así fuera) y pensar que la autolesión es una «chiquillada» propia de la edad, porque, sea como sea, es una conducta insana. De hecho, tenemos datos y sabemos que los adolescentes que se autolesionan de manera frecuente, de manera recurrente, tienen más riesgo de tener una conducta suicida, por ejemplo. 

La clave está en hacer un buen cribado con cualquier persona que se autolesiona para saber si hay o no un trastorno de salud mental, y si la intervención debe pasar por trabajar objetivos más sociales, no solo objetivos psicológicos y emocionales. Está demostrado, por ejemplo, que los adolescentes que sienten que tienen un grupo de iguales, que en la escuela son parte del grupo y cuando llega el fin de semana cuentan con ellos para salir, tienen menos riesgo de conducta autolesiva. Pero si hay un trastorno de salud mental, hay que tratarlo. 

Los adolescentes que en la escuela son parte del grupo y cuando llega el fin de semana cuentan con ellos para salir tienen menos riesgo de conducta autolesiva.

Es decir, no hemos de negar la realidad de autolesiones graves y recurrentes en adolescentes, que a veces tienen un trastorno o un inicio de trastorno de salud mental, pero debemos ser conscientes que también hay adolescentes que se autolesionan ocasionalmente como una forma desadaptativa de enfrentarse al mundo y que, muchas veces, cuando tienen otras estrategias de regulación, dejan de hacerlo».

¿Cuáles son estas estrategias de regulación alternativas que les podemos dar a los adolescentes?

Para empezar, tienen que reconocer sus estados emocionales. Nada viene de la nada, y habitualmente cuando alguien se corta es porque ha habido un cambio en su estado emocional. Es importante trabajar con el adolescente la causa de este estado: ¿qué te ha puesto mal para acabar sintiendo tristeza, rabia, desesperanza, incomprensión…? A veces nos dicen simplemente: «ese día no me levanté, no fui al instituto y me puse a pensar…». Y les hacemos ver que hay pequeñas señales, como en este caso quedarse en la cama, que te están indicando que quizás te acabarás autolesionando. Por tanto, vamos a cambiar este momento, aunque no tengas ganas, inicia al día, ves al colegio, no para rendir, sino para cumplir una rutina de día. Ahora bien, cuando las autolesiones se incrementan y solo piensas en cortarte, tengamos un entorno seguro, sin elementos en la habitación que puedan servir para hacerte daño. 

Muchas veces son ellos mismos quienes nos indican qué estrategias concretas les funcionan al explicarnos lo que hacen cuando no se están autolesionando: «me pongo a bailar, escucho música, me voy al gimnasio, quedo con una amiga y hablo con ella…». En definitiva, se trata de darles otras conductas alternativas sencillas a partir de sus aficiones, de sus intereses, que les hagan ver que tienen la capacidad de control. Y también que sepan pedir ayuda. 

Yo siempre les explico lo mismo: Tú no escoges lo que piensas y lo que sientes, pero decides lo que haces. Los hemos de empoderar, no podemos tratarlos como personas vulnerables, porque eso no les va a permitir ser resilientes».

Pregunta al experto

Las autolesiones en adolescentes

¿Y qué podemos hacer nosotros como adultos o como sociedad para empezar a revertir esta situación?

«A los adolescentes les gusta sentirse validados en sus emociones. Por lo tanto, lo primero que han de hacer los padres, los adultos, es no minimizar sus emociones. Si nos dice que se ha cortado porque ha discutido con una amiga, no debemos decirle frases tipo «Si yo todas las veces que discuto con mi jefe me tuviera que cortar…». Validar es decir: «Entiendo que te puedes sentir mal, porque cuando yo he discutido con alguien que aprecio me he sentido mal…». 

También es importante que la vida no se pare. No es una buena práctica, por ejemplo, decidir dejar de ir a la escuela, a no ser que te lo indique el profesional de referencia. Si queremos ayudarlos a ser resilientes, se deben ir enfrentando a las dinámicas diarias y no podemos plantarnos ante la vida cuando tenemos malos momentos. 

Los medios de comunicación han de empezar a representar y a mostrar modelos de adolescentes con vidas convencionales que afrontan las cosas de manera adaptativa.

Y hemos de empezar a desmitificar que el objetivo en la vida es el bienestar emocional, es la felicidad. Debemos aceptar que habrá momentos de malestar en la vida, y cuando esto pasa, el objetivo es saber qué puedo hacer yo para enfrentarme a ellos, tener estrategias que nos permitan sobrellevarlos lo mejor posible. 

Por último, los medios de comunicación han de empezar a representar y a mostrar modelos de adolescentes con vidas convencionales que afrontan las cosas de manera adaptativa. Tenemos que volver a ver adolescentes en las calles, que ríen, que se lo pasan bien, que disfrutan, que tienen sus encontronazos, pero que no se plantean la conducta autolesiva como una forma de resolver sus problemas». 

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 10 de Julio de 2024
Última modificación: 7 de Agosto de 2024

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Joaquim Puntí es el responsable del Programa de intervención psicológica en tentativas autolíticas de adolescentes del Hospital Parc Taulí. Aprovechamos su larga experiencia para hablar con él sobre las conductas autolesivas no suicidas, una práctica que se ha ido incrementando entre los adolescentes en los últimos años.

Psicólogo clínico y psicopedagogo, Puntí nos aclara las diferencias existentes entre las autolesiones graves y recurrentes, que a veces tienen un trastorno de salud mental asociado, y aquellas conductas de adolescentes que encuentran en la autolesión la única manera de gestionar un malestar y que, incluso, a veces se convierte en una seña de identidad. 

¿Por qué en los últimos veinte años esta conducta ha ido en aumento? Entre los argumentos de Puntí hay dos ideas clave: la identificación de la adolescencia con la angustia de vivir y la pérdida de resiliencia por el camino. Y entre la propuestas para revertir esta situación, empezar a desmitificar que el objetivo en la vida és el bienestar emocional y ofrecer estrategias para gestionar y sobrellevar los malos momentos.